Quienes somos?
Las hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones fundadas por el:
Siervo de Dios Padre Simpliciano de la Natividad En el año 1886 en Roma Italia en el Instituto Santa Margarita de Cortona.Hoy nuestro gobierno es conformado por la madre General Sour Amabile Galatá y su Consejo que reside en Italia.
Mientras en Colombia nuestra comunidad está conformada por dos comunidades guiadas por la Superiora y la representante legal hermana María Esperanza Maldonado Julio.
CARISMA
Llamados a seguir a Cristo, en el espíritu de conversión y penitencia franciscana, deseamos responder a esta invitación con un espíritu de fidelidad, combinando los valores proféticos de nuestros orígenes, con la experiencia histórica y espiritual en la que hemos cultivado, aclarado y actualizado las enseñanzas. de nuestro venerado Fundador, el Siervo de Dios P. Simpliciano de la Natividad, en la más absoluta fidelidad a la Santa Madre Iglesia y con humilde atención al llamado que nos hicieron los hermanos y hermanas reunidos a lo largo de nuestra historia.
Con estas Constituciones o Regla de Vida deseamos revivir ese espíritu, haciéndolo comprensible y amoroso para el mundo contemporáneo que mira, con renovado interés, a Francisco de Asís y sus “Penitentes”, a su mensaje de paz universal y aceptación de la mayoría. débiles para hacerlos “hermanos”, participantes en nuestra vida y nuestra misión”.
Naturaleza, fin y carisma
- La naturaleza de nuestra Congregación se resume en el concepto de “fraternidad franciscana”, llevada a cabo en el espíritu de una familia, en la cual cada uno, de acuerdo con los dones recibidos del Señor, comparte su testimonio y su laboriosidad.
- En la naturaleza de la Congregación, se combinan las actitudes franciscanas de conversión y penitencia, a las cuales el venerable Fundador comenzó a reunir a las primeras muchachas; Asimismo, en esta tensión moral tratamos de ser un signo de reconciliación y recuperación para los hermanos y hermanas más débiles y en riesgo en el entorno humano.
- Por esta razón, nos colocamos en una actitud natural de bienvenida y recuperación educativa a través de la escuela, hogares familiares, asistencia a la nueva pobreza moral y social, en el espíritu del Fundador, quien, a través de la recuperación de niñas y huérfanos abandonados o explotados, Como un nuevo Francisco, se colocó ante los desafíos humanos y morales de su tiempo.
- El Fundador de Roma empujó a sus hijas a los territorios difíciles del sur de Italia, generándoles esa ansiedad misionera, distintiva de cada cristiano, y de los franciscanos en particular. Nosotros también, detrás de este ejemplo, en un mundo reducido por los medios, miramos más allá de nuestras fronteras, donde estamos llamados a dar testimonio de nuestro carisma.
- Nuestra naturaleza como Hermanas Franciscanas, desde 1902 está marcada por una atención y devoción particular al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, elementos espirituales fuertemente presentes en la tradición espiritual franciscana. Nuestros seguidores, por lo tanto, también calientan estas dos llamas de amor insaciable.
Con palabras antiguas, llenas de sabiduría y atención histórica, podemos rastrear el final de nuestra actividad carismática en la Iglesia y en el mundo:
- Rehabilitación: atención a niñas y mujeres con necesidades morales y sociales, con el objetivo de reconciliarlas en la conversión al Padre y reintegrarlas en el corazón del tejido social.
- Prevención: atención a niños y jóvenes provenientes de situaciones familiares de riesgo o de otros caminos de rechazo y conflicto.
- Recepción: de los más débiles y atención a la nueva pobreza moral y social de nuestro tiempo, adaptando nuestros medios de presencia, de acuerdo a la demanda territorial y eclesial.
- Educar: acoger, prevenir, rehabilitar con los medios de una educación saludable, lo que implica nuestra inserción en el campo escolar, como una nueva frontera de la hospitalidad en sí.
- El trabajo manual, pastoral, intelectual, tareas especiales en el campo educativo constituyen el trasfondo de una vida doméstica en sintonía con la fraternidad y el intercambio; para que, mientras nos entrenamos y rehabilitemos con el trabajo, podamos hacer un testimonio claro y amoroso de la reconciliación divina, eclesial y social. Esto nos permite encarnar nuevamente, y de una manera histórica más comprensible, las antiguas orientaciones carismáticas de nuestra Familia Religiosa, que el venerado Fundador mismo resumió en la feliz conjugación de “Casa de Rehabilitación”.